El destacado acordeonista subió al escenario para llenarse de elogios. El público cantó y bailó con él y los sapukay fueron constantes. «Es maravilloso poder reencontrarnos, y esta vez en la fiesta mundial», dijo el músico.
Otra noche maravillosa trajo el acordeonista Antonio Tarragó Ros que ofreció chamamé tradicional en su reencuentro con el público de la Fiesta Nacional del Chamamé. «El chamamé era un tesoro oculto que ahora compartimos con el mundo», refirió el músico.
Como es habitual, de sombrero ancho y de botas, Tarragó Ros brindó desde el escenario un espectáculo cargado de sentidos, en su vuelta postpandemia al escenario Sosa Cordero. De cuajo, soltó «Sin ley» para ir adobando al público con una exquisita manera de interpretar al chamamé. «Para mí es una enorme felicidad poder venir siempre a Corrientes, esta fiesta además tiene payé», dijo en diálogo con época.
Desde el escenario, barajó canciones como «Jineteando la vida» y «Lobizón doctor» con su habitual explicación con la humorada que lo caracteriza. Siempre es un placer para el público disfrutar a este músico y se lo hicieron saber, con los aplausos, los sapukais y coreando sus canciones. Después del tema «El cielo del albañil», Antonio invitó a tocar con él a Emanuel Morienaga «que es albañil y estudia arquitectura; venir aquí para él es extraordinario y yo le voy a hacer algo peor: le voy a hacer tocar el acordeón de mi papá», dijo para interpretar «Madrecita» y «Don Gualberto» que también fueron de la partida que emocionó a todos.
Antonio Tarragó Ros estuvo acompañado por Trabuco González en guitarra y en contrabajo Gonzalo Quetglas quien reemplazó a su viejo amigo Humberto Lafata que se ausentó por inconvenientes personales. Siempre predispuesto a las largas charlas, tras su actuación, Antonio refirió que «el chamamé pasó del olvido a ser mundial, era un tesoro que teníamos escondido y que por nuestra generosidad, ahora compartimos».