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El funeral del Papa que explotó y cuando el Vaticano rompió la tradición

HISTORIA MACABRA

En octubre de 1958, el funeral del Papa Pío XII se convirtió en una pesadilla para la Santa Sede. La descomposición del cadáver, mal embalsamado, obligó a cambiar protocolos centenarios y dejó escenas que aún estremecen a la Iglesia.

La madrugada del 9 de octubre de 1958, a las 3:52, fallecía en Castel Gandolfo el Papa Pío XII. Su muerte, a los 82 años, fue atribuida oficialmente a una insuficiencia cardíaca aguda. Pero lo que ocurrió después, durante los preparativos y el funeral, se convirtió en uno de los episodios más escandalosos y macabros en la historia del Vaticano.

El médico personal del pontífice, Riccardo Galeazzi-Lisi, fue el responsable directo del desastre. A pesar de no contar con la especialidad adecuada, asumió el rol de embalsamador junto al cirujano Oreste Nuzzi. Ambos afirmaron que respetarían la voluntad de Pío XII, quien había pedido expresamente que su cuerpo no fuera mutilado ni tratado con productos químicos invasivos. En su lugar, aplicaron un método experimental y supuestamente “natural” que prometía conservar el cuerpo sin alterar su integridad.

El sistema consistía en envolver el cadáver con aceites esenciales y celofán, luego de un baño en hierbas. Pero lejos de preservar el cuerpo, este proceso aceleró su descomposición. El calor de octubre, la falta de ventilación y la fermentación interna de los tejidos provocaron una acumulación de gases que, con el correr de los días, hizo que el cuerpo se hinchara, cambiara de color y emitiera un olor insoportable.

Una procesión con desmayos y explosiones

En medio de la descomposición, comenzó la tradicional procesión fúnebre desde Castel Gandolfo hacia Roma. El féretro con el cuerpo de Pío XII fue expuesto durante el trayecto y la posterior vigilia. Pero los guardias suizos, incapaces de soportar el hedor, comenzaron a desmayarse. Debieron organizar turnos de custodia para evitar que los soldados permanecieran demasiado tiempo cerca del féretro.

Durante la procesión, los presentes relataron escenas escalofriantes: el cadáver presentaba un color verde esmeralda, la piel comenzaba a desprenderse y, en un punto del recorrido, se escucharon ruidos secos que provenían desde el interior del ataúd. El pecho del Papa, según los informes, explotó debido a la presión de los gases acumulados.

Una tradición rota y un rostro irreconocible

Una vez en el Vaticano, el cadáver fue trasladado a la Basílica de San Pedro, donde debía ser expuesto ante miles de fieles. Pero las condiciones eran desesperantes. El rostro del Papa se había desfigurado: el tabique nasal colapsó, la piel estaba severamente dañada y el color del cuerpo era antinatural. El Vaticano decidió entonces colocarle una máscara de cera para cubrir el rostro y elevó la tarima del féretro, de modo que los fieles no pudieran acercarse.

El escándalo no solo rompió el protocolo centenario del funeral papal, sino que provocó la reacción inmediata del Colegio Cardenalicio. El 25 de octubre, Riccardo Galeazzi-Lisi fue expulsado de su cargo y del Colegio Médico, no por el fallido embalsamamiento, sino por haber vendido fotografías y detalles de la agonía del pontífice a medios internacionales.

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