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Falleció Gregorio de la Vega, la voz prodigiosa del chamamé

LOGRÓ UNA EXTENSA TRAYECTORIA EN EL CHAMAMÉ.

GRAN REFERENTE DE LA CULTURA

Destacado músico y compositor, por muchos años acompañó a Tarragó Ros. Creador del considerado himno «A Curuzú Cuatiá». «Fue una persona admirable, apasionado por nuestra cultura», refirió su amigo «Juancito» Güenaga.

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Uno de los grandes compositores del chamamé, Gregorio de la Vega, falleció ayer en Rosario a los 93 años dejando un gran legado cultural. Sus restos serán trasladados hoy a Curuzú Cuatiá, para cumplir su deseo de descansar en paz en el mausoleo del Rey del Chamamé, Tarragó Ros.

Oriundo del paraje «Las Cuchillas», departamento Esquina, Gregorio Anacleto Vega (su nombre real). Siendo un joven músico se trasladó a Rosario donde conoció a Tarragó Ros con quien compartió más de 25 años llevando el chamamé a todo el país.

Compartió escenario con numerosos músicos, entre ellos «Juancito» Güenaga con quien mantuvo una inseparable amistad hasta sus últimas horas. «Es uno de los más grandes músicos del chamamé, una persona admirable, apasionado por nuestra cultura», refirió Güenaga en diálogo con época.

«Lo conocí en 1970, mantuvimos una amistad con él desde ese entonces hasta ahora que fue su fallecimiento y hablábamos periódicamente por teléfono. Fue un gran hombre, una gran persona por sobre todas las cosas, era un ser extraordinariamente valorable, querible y ha hecho un aporte a la cultura chamamecera incomparable», comentó el músico curuzucuateño.

Sobre su trayectoria, Güenaga destacó que «grabó muchos discos con el Rey del Chamamé y se decía que su voz consagró al álbum. Además, fue autor del himno pueblerino, como lo decimos nosotros, el tema creado por Tarragó y Gregorio de la Vega ‘a Curuzú Cuatiᒻ, comentó.

Por último, agregó: «Yo creo que hemos perdido uno de los hombres más genuinos en cuanto a la voz chamamecera. Era un hombre que cantaba como cantaba. Él nunca se esforzó, cantaba así con el corazón». «Tuve la suerte de conocerlo, pero sobre todo de tocar a su lado; aprendí mucho de él», dijo Güenaga.

Sus restos fueron velados ayer en la sala velatoria de calle Arenales 95 en la ciudad de Rosario. A la noche estaba previsto su traslado hacia Curuzú Cuatiá donde se realizará hoy, a las 9, una misa para luego darle digna sepultura en el Mausoleo del Rey Tarragó Ros en el cementerio de la localidad correntina.

Una vida dedicada al chamamé

Pasó parte de su niñez en su paraje natal «Las Cuchillas», pero siendo muy joven se radicó en la localidad entrerriana de Santa Elena donde se relacionó con artistas del lugar e inició así sus primeros pasos en la música.

A los 13 años se radicó en Rosario donde conoció a grandes músicos chamameceros, entre ellos Emilio Chamorro y especialmente el acordeonista Tarragó Ros que lo incorporó a su conjunto. En esta formación realizó sus primeras grabaciones para el sello «Odeón», convirtiéndose en la voz característica no solo del conjunto, sino del chamamé.

Luego de 25 años en el grupo, decidió iniciar su carrera solista, recorriendo el país y grabando más de 20 discos. Su impronta y su creatividad en la composición le permitió adquirir importantes premios como el «Gardel de Oro» en 1992, «Revelación del Festival de Cosquín 2007 y el «Cachencho de Bronce» en el Festival de Federal, entre otros.

Destacado autor y compositor, su obra más difundida «A Curuzú Cuatiá», compuesta junto a Tarragó Ros.

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