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sábado, mayo 17, 2025
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La vigencia de Los de Imaguaré desde la fe, los homenajes y el amor

UNA CELEBRACIÓN DE LA VIDA

La familia, Dios y la Virgen, la añoranza del pago y el romance fueron parte del repertorio del mítico conjunto liderado por Julio Cáceres en el Osvaldo Sosa Cordero, como número central de la novena jornada.

Nunca es una noche más cuando suben al escenario. Es que cuando el conjunto armoniza la parte instrumental de «Nuestros sueños y la distancia» o «Niña del ñangapirí» con el punteo magistral de Fabio Acevedo en la introducción de «Avío del alma», el público se predispone a cantar y danzar con ese anhelo de alcanzar a Dios coreando cada tema que cantan Los de Imaguaré.

En el instante en que se escucha «Vengo a decir mi canto…», la ovación nace espontánea y estentórea en un público que entra en trance, como en esas antiguas ceremonias guaraníes en las que Julio Cáceres es el chamán.

En ese ambiente de encuentro místico es que la apuesta a la identidad se hace presente con el elogio a la fe de «Peregrino de la esperanza», con presentación a cargo de Bruna, nieta de Julio e hija de Federico, que recitó el poema a la Madre de Itatí, (ver página 5) y ese reconocimiento a la fraternidad con el Paraguay y el canto a «Virgen de Caacupé».

Esa ratificación «a la fe que nos hermana», como suele decir el patriarca Imaguaré, se continúa en la pasión por la música ancestral con «Viva el chamamé».

El recital transcurre en ese ambiente de respaldo y acompañamiento a los músicos y la presencia de esa historia con una de las composiciones más emblemáticas del género que ni bien el fuelle teclea los primeros acordes de «El toro», el anfiteatro se transforma en un caldero ardiente de sapukái. Ese que nace de lo más interno y los palcos aledaños al escenarios más los pasillos y espacios sin bancas se convierten en pista de baile, frenético de taco y suela, que vuelve realidad eso del «corazón que se halla», como sinónimo de alegría.

La nostalgia también tiene compás de chamamé y se llena con ese «Avío del alma» que llena los corazones y fue llevado en tren en el corazón del hermano mayor que partió rumbo a Buenos Aires, o bien ese homenaje a la añoranza, que los padres migrados transmiten a los hijos nacidos en otros lares, coronadas en ese abrazo emocionado bajo el «Cielo de Mantilla» de Teresa Parodi.

Reconocer valores también es parte del argumento que diseñan Los de Imaguaré en cada presentación y así Nicolás Cáceres cantó «Lucía de Arena», y ese sentido homenaje a Ramona Galarza de Julio a raíz de su partida.

A la hora del romance, y como dice un chamamé en el que los correntinos aprenden a desangrarse dulcemente en una triste canción, Julio Cáceres le sumó un homenaje a los creadores paraguayos con la guarania «Nderendape Ajú», o también lamentar ese «Atardecer de ausencia» que luego se exorciza con una «Serenata a una muchacha».

Claro que a la hora de elogio al amor no puede faltar la promesa de volver al amanecer para besar esos ojos desde «Nuestros sueños y la distancia», todo por ese destino de río que tiene el chamamecero que es «mientras se va» y espera mucho comprender desandar esos caminos y regresar a la mujer compañera que los hace cantar.

El romance con el público permanece y se manifiesta.

Ya es tradición que en la presentación Imaguaré haya un brindis y esta vez fue para la despedida, en que Julio Cáceres hace esa convocatoria a los que están lejos, sin olvidar rendir honores a la sangre de los que dejaron sus huesos en Malvinas y Soledad como esa raíz enterrada que los argentinos deseamos, «algún día ha de brotar».

Con el acompañamiento del público que suele entrar en trance casi religioso, uno de los mayores chamanes del chamamé se despide luego de traer al anfiteatro Cocomarola ese canto que «arisca y dulcemente bandea las fronteras» y obliga a sentirnos lo que somos: chamameceros.

Con Bruna son tres generaciones de Cáceres con vocación chamamecera

Con prestancia se plantó junto a la imagen de la Virgen de Itatí que preside desde siempre a la Fiesta Nacional del Chamamé. Era Bruna Cáceres, nieta de Julio e hija de Federico, que ya transita escenarios con el conjunto acompañando con sus recitados.

Con voz firme comenzó a recitar «Señora de Corrientes/ Patrona de los criollos/ Oh, madre peregrina/ Señora de Itatí… /Tus hijos musiqueros. / En la fiesta reunidos / Un canto agradecido / Levantan para ti», que son los primeros versos que habitualmente están a cargo del patriarca de la familia, quien oficia de glosista del conjunto Los de Imaguaré, un rol más que preponderante a la hora de estructurar un grupo chamamecero.

Tras el aplauso a la pequeña interpretaron «Peregrino de la esperanza» y la polca «Virgen de Caacupé». Sin lugar a dudas Julio Cáceres está orgulloso de que la niña acepte ser parte de sus presentaciones en distintos escenarios, vale destacar que en otras oportunidades Federico, el padre, era quien oficiaba de recitador.

En la conferencia de prensa posterior a la actuación Julio Cáceres destacó que la niña de a poco se fue metiendo en la rutina de recitar, primero con la familia hasta que pidió un lugar que le fue dado. En ese punto Cáceres valoró que la niña se tome en serio la actuación que pide un vestido nuevo para cada presentación.

La guitarra que define el estilo ancestral que viene de lejos

Desde 1986 es parte de la aventura musical de Los Imaguaré y para los seguidores del conjunto no sería lo mismo sin su particular estilo de, como dice el Martín Fierro, «hacer gemir a la prima y llorar a la bordona». Es Fabio Acevedo, primera guitarra del conjunto que antes de ser invitado por Julio Cáceres acompañó a figuras tales como Pedro Villalba y Dardo Sosa en Paraná Trío, o a Las Hermanas Vera, Rudi y Nini Flores, entre otros.

Por Rubén Orlando Giménez

Redacción de época

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