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domingo, mayo 25, 2025
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LOS BRAZOS DE MARÍA SON COMO ESCALERAS QUE USA DIOS

Pongamos ante los ojos de la mente, el ícono de María Madre que va con el Niño Jesús en brazos. Lo lleva al Templo, lo lleva al pueblo, lo lleva a encontrarse con Su pueblo.

Los brazos de Su Madre son como la escalera por la que el Hijo de Dios baja hasta nosotros, la escalera de la condescendencia de Dios… Es el doble camino de Jesús: bajó, se hizo uno de nosotros, para subirnos con Él al Padre, haciéndonos semejantes a Él.

Este movimiento lo podemos contemplar en nuestro corazón, imaginando la escena del Evangelio: María, que entra en el templo con el Niño en brazos. La Virgen es la que va caminando, pero su Hijo va delante de ella. Ella lo lleva, pero es Él quien la lleva a Ella por ese camino de Dios, que viene a nosotros para que nosotros podamos ir a Él.

Jesús recorrió nuestro camino y nos mostró el camino nuevo y vivo que es Él mismo…
En el relato de la Presentación de Jesús, la sabiduría está representada por los dos ancianos, Simeón y Ana; personas dóciles al Espíritu Santo (se los nombra tres veces), guiadas por Él, animadas por Él. El Señor les concedió la sabiduría tras un largo camino de obediencia a su ley. Obediencia que, por una parte, humilla y abate, pero que, por otra parte, levanta y custodia la esperanza, haciéndolos creativos, porque estaban llenos de Espíritu Santo.

Ellos celebran, incluso, una especie de liturgia en torno al Niño cuando entra en el templo: Simeón alaba al Señor y Ana predica la salvación.

Como María, también el anciano lleva al Niño en sus brazos, pero, en realidad, es el Niño quien toma y guía al anciano… Tanto María, joven madre, como Simeón, anciano «abuelo», llevan al Niño en brazos, pero es el mismo Niño quien los guía a ellos.

Es curioso advertir que, en esta ocasión, los creativos no son los jóvenes sino los ancianos. Los jóvenes, como María y José, siguen la ley del Señor a través de la obediencia; los ancianos, como Simeón y Ana, ven en el Niño el cumplimiento de la Ley y las promesas de Dios. Y son capaces de hacer fiesta: son creativos en la alegría, en la sabiduría.

Y el Señor transforma la obediencia en sabiduría, con la acción de su Espíritu Santo.

También nosotros, como María y Simeón, queremos llevar hoy, en brazos, a Jesús, para que se encuentre con Su pueblo; y seguro que lo conseguiremos si nos dejamos poseer por el misterio de Cristo. Guiemos al pueblo a Jesús, dejándonos, a la vez, guiar por Él. Eso es lo que debemos ser: guías guiados.

Que el Señor, por intercesión de María nuestra Madre, de San José y de los santos Simeón y Ana, nos conceda lo que le hemos pedido en la Oración colecta: «Ser presentados delante de ti, con el alma limpia». Así sea.

Fiesta de la presentación del Señor.
Papa Francisco.

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