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viernes, mayo 23, 2025
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Malvinas en primera persona: «Las balas silbaban y pensé en la muerte»

ALEJANDRO EN EL REGIMIENTO DE INFANTERÍA 4 DE MONTE CASEROS Y EN EL REGRESO A MALVINAS, EL AÑO PASADO.

Relatos de excombatientes

Alejandro González fue a la guerra desde Bella Vista, aunque había nacido en Saladas. Vivió el infierno y vio caer a sus camaradas. «Lo único que le pedí a Dios es que si debía morir, que sea rápido», recordó. Aún le da bronca esa imagen de la bandera argentina arriada por los ingleses.

-¿Usted, soldado, qué profesión tiene?

-Soy carnicero, mi coronel

-Ah, bueno, entonces ¡le vamos a cortar la cabeza a los ingleses!

-Sí, mi coronel…

Esta conversación en el cuartel del Ejército va a cumplir en unos días más exactamente 43 años. Se produjo en medio de los vientos de guerra que azotaron al país en torno a Malvinas desde aquel 2 de abril de 1982. El conscripto de esta historia era Alejandro González, nacido en Saladas y criado en Bella Vista. No hubo degüellos, pero sí mucha sangre, muerte y dolor; traumas que perduran hasta hoy.

Las preguntas del superior militar se dieron en el momento de la reincorporación de González al Regimiento de Infantería 4, con asiento en Monte Caseros. Fue unos días después del desembarco y recuperación de las islas. El soldado había hecho la conscripción en el 81 y tras haber salido de baja cuatro meses atrás, en abril volvía a vestirse de verde.

Esta vez no le asignaron a la Compañía de Servicios donde hizo la colimba, sino que fue directamente a la Compañía C, un área en que eran derivados los que tenían ya instrucción y fueron reincorporados. Los «clase 62» o «de los profesionales», como el mismo Alejandro la bautizó.

A partir de ese momento, el fusil fue su bien más preciado frente a tanta incertidumbre. Así, el correntino fue al sur. Allí atravesó el mismo infierno, con escenas de valentía y arrojo, pero también de mucha tensión, miedo, terror y rezo: «Las balas me silbaban los oídos y pensé en la muerte», reflexiona el excombatiente a 43 años de la guerra. «Lo único que le pedí a Dios es que si debía morir, que sea rápido», completó aún conmovido sobre esos momentos de enorme dramatismo.

El chico multifacético

La guerra fue un antes y un después para Alejandro, un chico criado a trabajo y estudio en la vida rural y urbana. Cuando tenía tres años, su madre se mudó con él y sus hermanitos de Saladas a la zona rural de Bella Vista. «Me crié con mi abuela en el paraje Muchas Islas, donde mi abuelo era capataz de estancia. Pero un par de años después, él murió y nos fuimos a vivir al pueblo. Ahí estudiaba en la escuela primaria y después comencé a trabajar. Hacía de todo: aprendí a cuidar gallos de riña y atendía un criadero, mientras iba a la escuela. A los 15, me fui a trabajar a una mueblería y a los 17 entré a un autoservicio en el barrio Santa Rita: ahí aprendí a ser carnicero», recordó Alejandro.

Llegó entonces el momento de hacer la colimba en el 81. Todo fue tranquilo y con buen desempeño en el RI4 de Monte Caseros. En noviembre de ese año ya salió de baja.

Poco después, decidió ir a la capital de Corrientes como ayudante en albañilería con una pariente que sabía bien del rubro. El estudio no dejó nunca y se inscribió para terminar la secundaria en la Escuela Del Bicentenario. Estaba en eso, cuando el 3 de abril de 1982 lo vuelven a llamar al regimiento por Malvinas.

La llegada a las islas

Casi en un abrir y cerrar de ojos, los soldados aterrizaron en las islas el 17 de abril. El frío les dio la bienvenida y fue como un golpe al pecho. Después de moverse por 30 kilómetros, se apostaron en Monte Kent.

La guerra comenzaría poco tiempo después con el desembarco y ataque inglés. Las cosas se pusieron muy feas y desesperantes por momentos.

«En un momento hieren a un jefe de grupo y el segundo jefe del regimiento me llama y me dice que tengo que hacerme cargo de mis compañeros. Eran todos de mi clase. Ahí comenzó otra historia. Aguantamos como podíamos el primer ataque de los ingleses», dijo sobre el momento más tenso que vivió en la guerra.

«Esa noche -continuó- disparaba con un FAP y los muchachos con un FAL, pero se bloquearon todos y tiraban a la deriva. Eran fogonazos y todo un peligro porque los ingleses nos tenían de esa forma a tiro. Nos iban a matar a todos. Luego, hubo calma y pudimos replegarnos. Resistimos hasta donde pudimos».

Todo era caos y tiros. Poco después, lograron llegar a la población y pudieron refugiarse en el correo. «Ya no dábamos más, era imposible», indicó González.

«Hay un momento que recuerdo y me duele hasta ahora: cuando arriaron nuestra bandera y subieron la de ellos. Fue algo terrible que me marcó mucho tiempo», acentuó Alejandro y luego reveló otra de sus pesadillas de posguerra. «También soñaba que me venían a buscar otra vez para prestar servicio militar e ir a la guerra. Yo no quería ir, discutía con ellos. ‘Yo ya me fui, busquen a otros’, les decía en el sueño. Terrible», sintetizó.

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