EL LORETANO EMOCIONÓ A LA MULTITUD
POSTAL FAMILIAR, MARIO JUNTO A «CHINGUI» Y «CHINGOLI» CON LA IMAGEN DE ANAHÍ MORÁIS DE FONDO.
El popular cantautor volvió a ser el número artístico más convocante de la edición. Se lo vio emocionado, pero feliz de compartir el escenario con sus hijos. Uno de los momentos más conmovedores fue cuando le dedicó un tema a su mujer fallecida Anahí Moráis.

En la historia del chamamé no hay artista más convocante que Mario Bofill, que además representa en sus obras la identidad más genuina de la cultura y la tradición. El laureado volvió a ratificar ese apodo de «Juglar chamamecero», no solo por lo que canta y escribe sino por lo que genera su sola presencia ante una multitud que siempre lo espera.
Y la séptima noche de la Fiesta Nacional del Chamamé, como en otras ediciones, su sola presencia generó un anfiteatro colapsado de público que coreó, nuevamente, su nombre «¡Mario, Mario!».
A 20 minutos de las 1 de ayer, el efervescente furor por el loretano fue emocionante. Detrás de él quedaron sus hijos y los destacados músicos que lo acompañan, porque cuando está «Marito» todo pasa a segundo plano. Y la prueba fueron las más de 14 mil personas que disfrutaron en el anfiteatro y los millones de televidentes, que según informaron desde la TV Pública: «Fue la noche con mayor audiencia, superando a cualquier festival del país».
Con un anfiteatro repleto esperando escuchar a su máximo ídolo, aguardó hasta las 0:40 para emocionarse con él. Hubo una intro con pequeñas melodías de las obras más destacadas de Bofill que despertó la pasión y el delirio de todo el anfiteatro.
Y con la presencia de su hijo Fernando «Chingoli», «Requecho» fue de la partida inicial y el coro de todo el anfiteatro los acompañó. Carteles al aire, celulares encendidos, gente emocionada hasta las lágrimas y gritos a Mario formaron parte de la postal de la noche. El acordeón bramó y el ambiente se predispuso a disfrutar «Chamamé de los esteros».
A esta altura el anfiteatro no contaba con espacio suficiente, pero las parejas que pudieron bailar se amañaron para lograrlo. No faltaron obras fundamentales de Bofill, como «El Carau».
En una pausa invitó a otro de sus hijos, «el Chingui (Alfredo), que anda cantando con nosotros», dijo Mario. Y compartieron así «El medio litro» y «Viva la Pepa» con una impresionante similitud en la voz de su padre.

El compositor loretano se mostró lúcido y con muchas ganas, a pesar de una enfermedad que viene empujando y a la cual sigue dando batalla. En medio de gritos y pedidos, Mario hizo caso omiso y salió al tranco con «A Gualo Godoy». Pero uno de los momentos más esperados, sobre todo por los jóvenes, fue la obra sublime «Estudiante del interior» que hizo que las lágrimas se multiplicaran en numerosos rostros. Y es que eso genera el loretano, con letras que permiten identificarse, sentir como propias sus palabras y abrazar la nostalgia como pocos, eso es lo que generan en canciones. Porque en algún momento de la vida Bofill influyó en todos chamamecero de alguna manera.
Con la vuelta de «Chingui» al escenario, compartieron obras que grabaron con Teresa Parodi y León Gieco, entre otros artistas. Así cantaron «Oh che, gente cuera», pero todo el mundo se estremeció cuando Mario cantó un tema que le recuerda a su esposa recientemente fallecida, Anahí Morais, con el título «De ti me contaron», mientras en la pantalla repasaban imágenes de ella.
Y para desanudar el nudo de la garganta, saltaron a un clásico de Mario, «Conjunto Pena y Olvido», y nadie quedó sin cantar. «Se va la última canción», dijo Mario y todos se pusieron a escuchar el viejo fuelle con «Cantalicio vendió su acordeón» y toda la locura del público los acompañó. Todavía quedaba más, rápidamente saltaron con «Para volver a Santo Tomé», para que la despedida del ídolo chamamecero tuviera una ovación con la que claramente nadie quería que «Marito» se vaya. Un paso que será inolvidable por todo lo que genera y generó Bofill en el anfiteatro colmado de una multitud que lo vino a disfrutar.

DIARIO ÉPOCA
