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jueves, julio 10, 2025
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SEMBRADORES DE ESPERANZAS

César López – Técnico Superior en Turismo

En el período de las inmigraciones, Argentina recibió a familias que abonaron nuestra tierra con la fe de los valientes soberanos. Eran los agricultores que habían arribado como sembradores de sueños y esperanzas para gestar un tiempo dorado en la cultura del país.

MONUMENTO A LA AGRICULTURA NACIONAL EN ESPERANZA, SANTA FE

Cada 8 de septiembre, se celebra el día del agricultor por la creación de la primera colonia agrícola argentina, fundada en Santa Fe, con el nombre Esperanza. Su origen se remonta al año 1856, cuando el colonizador Aarón de Castellanos pobló el lugar de familias que habían llegado de Francia, Suiza, Alemania, Bélgica, en otras naciones. El pueblo santafesino, forjó su destino bajo la virtud teologal de la esperanza, ese valor cimentado en Dios que encuentra asilo en su promesa de salvación. Aquellas comunidades, habían buscado un futuro venturoso en nuestras tierras y más bien, fueron ellos quienes labraron el rumbo de los argentinos con sus manifestaciones culturales. La ciudad de Esperanza cuenta con más de 160 años historia y es conocida por ser madre de las colonias agrícolas. Entre sus atractivos turísticos se destacan la Fiesta Nacional de la Agricultura y el Museo de la Colonización que expone documentos, fotografías y elementos de trabajo de los primeros inmigrantes.
En nuestra ciudad, los agricultores italianos dejaron su huella en la localidad de Carolina, por acción de su fundador José Jacinto Rolón y Tomás Mazzanti, el administrador de la primitiva colonia. La dinastía Rolón fue esencial en la obra naciente del progreso vertiginoso de la ciudad de Goya, desde la caridad, la medicina y la puesta en marcha de la producción del agro. En el año 1886, el proyecto de Rolón y Mazzanti se hizo realidad y los trabajadores comenzaron a organizarse para derramar sobre este suelo su sangre de fuego que fue brotando en los tabacales, tal cual lo dijo el poeta Florencio Godoy Cruz.
Por esos caminos del arenal y después de navegar por el mar bravío, llegó Don Lorenzo Tomasella con una promesa que no tardó en ser cumplida. Levantó una Capilla dedicada a Nuestra Señora del Buen Consejo, quien fue protectora de su viaje turbulento en altamar. En su interior se puede apreciar un retablo de alto valor artístico, tallado por las manos de Lorenzo en el que se observan extrañas figuras que parecen serpientes y ángeles caídos del infierno. Por este motivo, la iglesia es nombrada por la lengua popular de nuestra gente, como la “Capilla de Diablo”.
Hasta aquí llegamos con algunos de los tantos jirones de la herencia encarnada que nos han legado los sembradores de esperanza, los que alguna vez desembarcaron en el fin del mundo.

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