8 de Septiembre de 1.989
33° Aniversario de la Tragedia Chamamecera de Bella Vista

El recuerdo de quienes nos dejaron: Joaquín «Gringo» Scheridan, Miguel Ángel «Michel» Scheridan, «Chango» Paniagua, Zitto Segovia, Jhony Behr y Daniel «Yacaré» Aguirre…
Jorge Osvaldo Almeida Barbosa – Voces Correntinas.
TRAGEDIA CHAMAMECERA DE BELLA VISTA
Pablo Miguel Reyes Bayer – Archivo Diario El Litoral de Corrientes.
El 8 de septiembre de 1989 se produjo una de las mayores desgracias para la cultura del nordeste argentino y que provocó la muerte de destacados creadores. Las pérdidas todavía se hacen sentir en nuestra música regional.
Hacia finales de la década de 1980 el chamamé y la cultura del Nordeste argentino veían el franco ascenso de importantes figuras que estaban llamadas a ser los protagonistas en los próximos años. El Grupo Reencuentro y el Trío Corrientes llevaban ya algunos años conformados ganando terreno en la escena y Zitto Segovia había sido reconocido con los premios Revelación (1986) y Consagración (1989) en Cosquín.
Sin embargo una tragedia terminaría acallando esas voces, guitarras y fuelles enlutando a toda la cultura regional.
En 1989 a un grupo de artistas entre los que estaban los mencionados músicos, les llegó la invitación para participar de un contingente de representantes de la cultura de la región para que participe del Festival Internacional de Folklore en Niza, Francia. Ante la posibilidad comenzaron a ensayar para realizar una presentación en conjunto.
Pero no sólo de ensayos se trataba la situación de los artistas ya que muchos hicieron grandes esfuerzos económicos para poder solventar los gastos que representaba aquel viaje. Es por ello que les causó mucho malestar cuando a último momento se canceló su participación en un evento del que terminaron presentándose las comparsas y que hasta el día de hoy se recuerda.
Para aprovechar el alto nivel artístico que habían logrado los músicos, bailarines y escenógrafos tras las prácticas y poder recuperar las pérdidas de dinero, decidieron realizar presentaciones. Así comenzaron con una histórica velada que llenó el Teatro Vera recogiendo elogios por doquier por la calidad alcanzada.
El tiempo compartido también logró generar un gran nivel de camaradería y amistad entre todos. El buen clima se podía palpar, especialmente en las guitarreadas que armaban.
Una nueva instancia de la gira del grupo llegó para el fin de semana que iba del 8 al 10 de septiembre. El viernes iban a tocar en el Club Juventud, en Bella Vista; el sábado en Formosa y el domingo sería el cierre en el Domo Centenario de Resistencia que se creía que iba a estar repleto.
La delegación arribó a Bella Vista en la tarde del viernes y Daniel Aguirre propuso que los músicos vayan hacia la radio y la televisión de la ciudad para anunciar la llegada e invitar a los vecinos de la velada. Luego de cantar algunas canciones y ser entrevistados, cerca de las 19.30 se volvieron a subir al colectivo que los trasladaba.
Eran 13 personas las que se movilizaban en aquel vetusto Aklo: Zitto Segovia, Joaquín “Gringo” Sheridan, Miguel Angel “Michel” Sheridan, “El Chango” Paniagua, Daniel “Yacaré” Aguirre, Johny Behr, Carlos Miño, César González, Ricardo Scófano, Ricardo Tito Gómez y Cacho Espínola. Los trasladaban los choferes Juan Pío Toledo y Walter Blas Gómez.
El camino elegido para regresar al Club Juventud fue dar la vuelta por la Costanera, en donde se cruzaron con la tragedia. Tras algunas maniobras, los choferes notaron que les faltaban frenos cuando ya era demasiado tarde: el colectivo se precipitó en bajada a gran velocidad.
«¡Nos vamos al agua!», gritó alguien. Zitto Segovia entendió rápidamente su destino diciendo con su vozarrón «¡Jesús! ¡No se nadar!». El colectivo chocó de lleno contra a baranda y cayó a las aguas de un picado río Paraná.
Aquellas aguas que habían inspirado innumerables canciones y poesías por su fuerza, la belleza de su cauce y la generosidad de su fauna, se convertió en sinónimo de llanto y tragedia.
Murieron ahogados Zitto Segovia, Gringo y Michel Sheridan, El Chango Paniagua, Yacaré Aguirre, Johny Behr, José Toledo y Walter Blas Gómez.
Segovia era el principal exponente de la nueva trova chaqueña y se le avizoraba un futuro brillante por la proyección que le había dado su reconocimiento en el festival de Cosquín. Behr era su percusionista, conformaban una dupla cosechaba éxitos y elogios por su estilo.
El Gringo era un eximio bandoneonista y su hermano Michel gran guitarrista y cantante. Ambos descollaban en el Grupo Reencuentro, que ya había generado excelentes discos.
El Chango formaba parte del Trío Corrientes como guitarra y voz. Y Yacaré por su parte era un reconocido recitador y presentador de conjuntos chamameceros.
Carlos Miño, César González, Ricardo Scófano, Tito Gómez y Cacho Espínola tuvieron la suerte de sobrevivir a la desgracia.
En los días siguientes se rescataron los cuerpos de las víctimas y comenzaron los homenajes. Cada velorio fue multitudinario, especialmente el de Zitto Segovia que se inició con una larga caravana que esperaba su féretro en el puente General Belgrano.
Los reconocimientos continuaron con el paso de los años y nunca se olvidó a los músicos que fallecieron en la tragedia de Bella Vista. No faltan los especialistas que reconocen el grave perjuicio que el hecho generó en la cultura de la región y cómo el chamamé se resintió con la pérdida de tan prometedoras figuras.
Como particularidad, César González, famoso bailarín, murió de manera trágica un año después de salvarse en el Paraná. Cuando peregrinaba a Itatí en 1990 fue alcanzado por un rayo que terminó con su vida.
«Musiquero que te fuiste por la senda azul del agua, corazón chamamecero que te volviste calandria. Aquí estamos tus amigos, parados en la barranca. Frente al remanso infinito, con estas flores del alma…” canta una canción tan triste como bella que escribieron Mario Bofill y Julián Zini.
Lucas Segovia, músico como su padre Zitto, fue uno de los tantos niños que quedaron huérfanos el 8 de septiembre. Creció enojado con el río por llevarse a su padre hasta que muchos años después pudo reconciliarse con aquellas aguas.
Ese reencuentro lo canalizó con la canción «El río va». «El río va, va galopando con el sol. Como un poema de amor, con su mejor canción. Mi corazón, pide la reconciliación. Quiero borrar el rencor por lo que el me quito», cantó.
LA TRAGEDIA QUE CONMOCIONÓ AL PAÍS.
El accidente ocurrió el 8 de septiembre de 1989.
“La delegación” estaba conformada por Zitto Segovia, Johnny Berh, Carlos Chango Paniagua, Daniel Yacaré Aguirre, los hermanos Miguel Ángel Michel y Joaquín Sheridan, Carlos Miño, César González, Ricardo Scófano, Ricardo Tito Gómez y Cacho Espínola.
Del trágico accidente logran salvar sus vidas Miño, González, Scófano, Tito Gómez y Espínola. Zitto, Johnny Berh, Paniagua, Yacaré Aguirre y los hermanos Sheridan tuvieron otro destino: la inmortalidad.
Señales de muerte
Los relatos sobre la tragedia aseguran que la delegación tuvo un fuerte revés por parte de un funcionario del gobierno correntino y no pudo participar de un festival donde pretendía difundir su música. En ese momento, decidieron realizar una gira por distintas localidades del Nordeste. Primera señal.
Después de un programa ameno en el radio-cable, que de tan ameno se extendió más de los esperado, a las 19.30 de aquel viernes, Zitto, Johnny Berh, los Sheridan, Paniagua, Yacaré Aguirre, Miño, González, Scófano, Tito Gómez y Espínola volvieron a subir al colectivo junto a los dos choferes. Estaban llegando tarde al ensayo.
Cuando llegan a la primera esquina e intentan doblar, una camioneta mal estacionada obliga al chofer del colectivo a girar bruscamente quedando la trompa del transporte apuntando hacia el río. Tercera señal.
Consciente de la pendiente, el chofer “tranca” una rueda contra un cordón e intenta dar marcha atrás al viejo Aklo (marca del colectivo) de procedencia inglesa. Pese a acelerar a fondo el motor no consiguió mover el trasto. Cuarta señal.
Ante los intentos fallidos y la premura de los músicos, Ricardo Scófano, que había nacido en Bella Vista y conocía la zona, le dijo al conductor: “Esta porquería no va a subir marcha atrás, más vale que des la vuelta por abajo y salimos por otra calle. Como la tarde había oscurecido y la visión sólo llegaba hasta donde llegaba la luz de los faros, el chofer, que a diferencia de Scófano no conocía la ciudad, no pudo notar que al final de esa bajada estaba el Paraná y accedió al pedido. Quinta señal.
El recorrido final
No bien el neumático zafó del cordón que frenaba al colectivo, éste empezó a andar la bajada. A medida que las ruedas completaban un giro, la aceleración aumentaba. Después de unos cuantos metros, la velocidad ya era de más de 100 kilómetros por hora, según determinaron los peritajes.
En la primera curva, el colectivo ya estaba totalmente fuera de control, hamacándose sobre sus costados, quedando sostenido primero por las dos ruedas derechas y después por las izquierdas, según recordaron los sobrevivientes. “Los frenos no funcionan”, gritó el chofer, sin saber cómo detener la marcha mortal y con un coro de desgarradores gritos detrás.
Fueron 300 los metros que recorrió el colectivo. El último grito que se escuchó fue el de Scófano: “¡¡¡Guarda que nos vamos al agua!!!”. En los últimos metros, las dos ruedas golpean el cordón de la costanera y el tren delantero del Aklo se despegó del suelo y volteó una palmera, las ruedas traseras derribaron la baranda provocando un estampido… después fue todo silencio.
Dentro del colectivo suspendido en el aire, los relatos de los sobrevivientes aseguran que Zitto Segovia, sentado en el apoyabrazos de unos de los asientos del pasillo aturdió: “Jesús, yo no sé nada”.
Carlos Miño abrió en el aire una de las ventanilla previendo una vía de escape. La altura que verticalmente separó el punto en que el micro abandonó la bajada de la superficie del agua era de aproximadamente 15 metros.
El colectivo se inclinó hacia delante por el peso del motor. Cuando impactó a unos 30 metros de la costa por el impulso que traía de la bajada, estalló el parabrisas irrumpiendo violentamente el agua al interior, impidiendo a los choferes despegarse de sus asientos. Hacía mucho frío, razón por la cual todos iban abrigados con camperas y todas las ventanillas cerradas. Todos condimentos que fueron mortales.
Carlos Miño habría logrado salir por la ventanilla y detrás de él fue Tito Gómez. Éste tardó más en salir porque no veía nada ya que había perdido sus anteojos. Recién cuando el colectivo tocó el fondo del río logró despegarse del chasis y emergió a la superficie, exhausto de bracear.
“En plena oscuridad no alcanzaba a visualizar ningún punto de referencia más allá de escuchar los gritos de sus compañeros de infortunio pidiendo auxilio. El río estaba encrespado esa noche, la corriente del canal lo arrastraba rápidamente río abajo y comenzó también su pedido de ‘socorro’, ‘auxilio’”, cuenta un relato sobre la tragedia. Un pescador escuchó esos gritos y corrió por la costanera hasta el lugar en que el Paraná lo llevaba inexorablemente hacia la muerte. “¡Vení nadando para acá!”, le gritó. “No sé nadar”, fue la respuesta de Gómez.
El pescador le arrojó un salvavidas y con esa ayuda alcanzó la costa. “Dios lo apartó del infortunado destino que corrieron los ocho ahogados”, aseguran los que conocen la historia.
Ya en la costa, solo, perdido y en estado de shock… lloraba. De pronto, escuchó una voz que le gritaba “¡Tito, Tito!”. En sus ojos nublados se fue aclarando la figura de Ricardo Scófano. Se abrazaron y lloraron a los pies del Paraná que parecía impune.
Después de 30 años y en el término de cuatro meses, los perdimos a los dos, fallecidos por razones naturales. Publicado por: Jorge Osvaldo Almeida Barbosa – Voces Correntinas (Sep 2020)
FUENTE PRENSA DIFUSION CORRIENTES
