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con la segunda parte del trabajo de investigación de Daniel Jacinto Ávalos: “Un modelo de abastecimiento local para ciudades intermedias”, que se puede nominar como «Ciudades intermedias (cont.) Planificación estratégica. Hasta abastecimiento de alimentos».
Es importante definir algún programa de acción de las ciudades intermedias para lograr obtener su máximo potencial. Este programa debería contemplar los siguientes temas:
1. La cooperación entre las ciudades intermedias es básica frente a la concentración urbana mundial.
Las ciudades intermedias pueden y deben desempeñar un papel más activo frente al proceso de concentración urbana, equilibrando los procesos de polarización y compensando e incluso frenando el excesivo crecimiento de las grandes aglomeraciones urbanas.
2. La planificación estratégica es necesaria como proyecto o programa de ciudad, a largo y medio plazo.

a) La planificación de naturaleza estratégica, a mediano y largo plazo, puede ser beneficiosa para este tipo de ciudades ya que dibuja un marco general, al que deben circunscribirse las políticas urbanas, y establece un proyecto de ciudad pactado por los principales agentes urbanos, públicos y privados.
b) El Proyecto de ciudad debe complementar y coordinarse con la planificación física (urbanística y/o territorial) y la posterior intervención urbanística y arquitectónica marcada por la política urbana.
c) Además, y si su metodología es correcta, la concepción y posterior gestión del plan-proyecto de ciudad permitirá la implicación de todos los agentes sociales de la ciudad y se abrirá a la participación pública creando una sinergia y una ilusión común.
3. La planificación física o urbanística es más coherente con el tamaño de las ciudades intermedias.
4. Los problemas de la vivienda o hábitat deben ser prioritarios en el trabajo de los planificadores.
5. Los monumentos son un patrimonio que hoy se prolonga en los nuevos edificios de carácter comunitario (símbolos urbanos).
6. El plan físico o urbanístico debe adaptarse al territorio físico y al entorno natural de la ciudad (urbanismo sostenible).
No es posible desarrollar hoy un urbanismo que no incorpore los criterios de sostenibilidad y de respeto del entorno. Por ello, los planes físicos o urbanísticos y su posterior gestión deberán tender a conseguir los objetivos que ahora se formulan como hipótesis de trabajo.
a) Los planes de urbanismo deben potenciar y aplicar las ventajas ecológicas de las ciudades, a la vez que introducir el medio ambiente y el paisaje en el modelo de ordenación y desarrollo territorial.
b) Han de superarse los modelos de planificación urbanística tecnocrática, que se basan solo en análisis cuantitativos de la población y de las actividades, y las visiones y análisis planimétricos, que pueden y deben completarse con otros enfoques más cualitativos tales como: la diversidad de paisaje, el análisis del agua y del suelo, el clima y la diversidad geográfica.
c) Los planes de urbanismos deben ordenar las ciudades en función de las condiciones físicas del lugar. Para ello deben proceder a combinar la zonificación y la estructura urbana.
d) El plan físico se tiene que centrar en la definición concreta de la relación entre superficie total y densidad zonal, distancias máximas y forma urbana global, zonificación de los usos y los medios de transporte, etc. Ello puede incidir en la reducción de los costos de transporte o de las tasas de los desplazamientos individuales y los movimientos obligados de las personas, entre residencia y trabajo.
e) Los planes de urbanismos deben tener en cuenta criterios de sostenibilidad, promover la integración de la economía informa (familiar) y formal (empresas), promover los ciclos sostenibles de producción y reciclaje de residuos, promover el uso de materiales locales y no contaminantes o reciclables y preservar los recursos naturales (agua y suelos).
f) Los planes de urbanismo deben tener una concepción más integrada de las funciones y actividades, que permita una ordenación urbanística mixta, no segregada entre las diversas zonas urbanas.
7. La participación activa de la población en la administración y diseño de las Ciudades Intermedias es básica.
8. El objetivo global en las ciudades intermedias es la calidad de vida de la población

La definición de este objetivo depende de cada contexto y su situación de partida. El objetivo de la calidad de vida pasa primero por cubrir las necesidades básicas de cada asentamiento: vivienda digna, agua corriente, saneamiento, enseñanza, sanidad y salubridad. Una vez cubiertas las necesidades y servicios básicos es cuando deben plantearse objetivos de tipo más cualitativo.
9. Las propuestas deben responder a los problemas básicos de cada ciudad y de cada población.
Han de referirse a cada lugar y cada sociedad concreta para contrarrestar los efectos negativos de homogenización de las ciudades fruto de una mala aplicación de la denominada globalización. Para ello hay que apoyar las propuestas del urbanismo de la arquitectura en elementos de carácter local.
El sistema alimentario está roto. De algún modo, parece ser un fiel exponente del sistema capitalista actual: globalizado y regido por lógicas financieras. En 2018, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) reportó que por tercer año consecutivo el número de personas que sufren hambre en el mundo ha aumentado. Al mismo tiempo, el secretario general de la ONU advirtió, semanas atrás, que estamos yendo hacia «un mundo de cataclismo e incertidumbre debido a la alteración del clima».
El 33% de los gases de efecto invernadero (GEI) responsables del aumento de la temperatura en nuestro planeta es generado por el modo en que se produce, comercia, distribuye y consume el alimento.
Paradójicamente, los efectos del cambio climático impactan directamente en la merma de la capacidad productiva de las regiones que hoy tienen mayores problemas de seguridad alimentaria.
En una apurada síntesis, es posible decir que calentamiento global, cambio climático, (in)seguridad alimentaria, pobreza y salud están íntimamente relacionados. Entonces, ante este contexto, la pregunta que surge es: ¿Qué pueden aportar las ciudades en la lucha contra la crisis alimentaria y el cambio climático? ¿Cómo se relacionan estos fenómenos?
Entre las diferentes dinámicas que moldean el escenario del mundo actual hay una que es clave: desde el año 2009 más del 50% de la población mundial vive en ciudades. Esto tiene numerosas repercusiones y genera diferentes desafíos, entre otros, el de garantizar el derecho a una alimentación saludable a las personas que habitan los espacios urbanos.
El principal problema de acceso a los alimentos en las ciudades es de índole económica. La razón por la que las personas están en situación de inseguridad alimentaria en las ciudades es que no pueden comprar alimentos nutritivos. En los entornos urbanos la mayoría de las personas no producen sus alimentos, sino que deben adquirirlos a través de la compra. «De esta situación se deriva que la crisis económica y financiera del año 2008 impactó en la salud del creciente número de pobres urbanos», asegura Roberta Sonnino, profesora de la Universidad de Cardiff e investigadora especializada en food geographies.
Ante este escenario y frente a la inacción de otros actores, los gobiernos locales han comenzado generar una serie de respuestas políticas para hacer frente al problema desde una doble dimensión: local e internacional.
A nivel local, las ciudades comenzaron a desarrollar estrategias y políticas públicas para intentar garantizar la seguridad alimentaria y contribuir a la construcción de sistemas alimentarios sostenibles. Desde Toronto (Canadá) hasta Antananarivo (Madagascar), los gobiernos locales y diferentes actores territoriales vienen promoviendo la agricultura urbana y periurbana, fomentando el comercio de proximidad, la producción sostenible y el consumo saludable de alimentos, entre otras políticas.
Más allá de sus especificidades, la característica distintiva que presentan la mayoría de estas estrategias es el abordaje integral con el que se llevan adelante. Esto implica que en la puesta en práctica de estas políticas tienen presente tanto la variedad de actores que forman parte de las cadenas de producción, distribución, comercialización y consumo de alimentos, así como los diferentes aspectos que se relacionan con la cuestión alimentaria: la salud, la cultura, el desarrollo económico local y la sostenibilidad ambiental.
En el plano internacional, los gobiernos locales buscan incidir en la agenda reclamando recursos y espacios en la toma de decisiones. Parte de este accionar en el escenario internacional se viene dando a través de la creación de alianzas globales como el Pacto de Milán sobre Política Alimentaria Urbana.

Dicho pacto puso sobre la mesa la cuestión de la alimentación, una dimensión hasta entonces inexplorada por la mayoría de los gobiernos locales. De hecho, se trata del primer protocolo internacional sobre políticas alimentarias urbanas sostenibles. Fue suscrito el 15 de octubre de 2015 en Milán por 123 alcaldes, alcaldesas y representantes de autoridades locales de distintas ciudades del mundo. Establece instancias de cooperación donde las ciudades pueden intercambiar buenas prácticas sobre políticas que estén relacionadas con cuestiones alimentarias —no solo con otras signatarias del pacto sino también con organizaciones especializadas como la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO)—, con el objetivo de promover la implementación de estrategias alimentarias urbanas.
Al mismo tiempo, el pacto busca incidir principalmente en los organismos especializados de Naciones Unidas, para promover la participación de las ciudades en el diseño de sistemas alimentarios sostenibles.
A modo de reflexión, cabe entender estas iniciativas como una apuesta de las ciudades por marcar el camino a seguir, respaldando y fomentando el desarrollo de políticas integrales para abordar la cuestión alimentaria. Esto debería representar un claro mensaje para los Estados nacionales y organismos internacionales: la sostenibilidad social y ambiental, y el derecho humano a la alimentación no pueden dejarse en manos del «libre mercado».
