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martes, abril 30, 2024
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Lula no quiere ni oír hablar de Golpe, ni de Musk, ni de Milei

El Golpe militar que en 1964 derrocó al presidente de izquierda João Goulart e instauró en Brasil la más extensa e intensa de las dictaduras latinoamericanas del siglo XX cumplió 60 años el lunes 1° de abril. Los actos conmemorativos habían sido planeados en armonía, con debida anticipación y con moroso detalle, por el gobierno petista que asumió el poder el 1° de enero de 2023 y antiguas, diversas y sólidas organizaciones civiles de DDHH. Sin embargo, pocos días antes, el líder del Partido de los Trabajadores (PT) y actual presidente izquierdista canceló el entero programa diseñado y preparado por el gabinete de ministros y la administración pública para esta fecha histórica infausta pero capital.

Golpizas al Golpe: Nunca Más

Cuando el primer día del mes el Golpe militar de 1964 devino sexagenario, la única expresión oficial conocida fue un Orden del Día del Ministerio de Defensa. La nota consignaba desganadamente que en un ayer que se quiere hacer más lejano de lo que todavía es, las FFAA había tomado decisiones que resultaron determinantes para dos décadas de vida brasileña.

El casi octogenario Luiz Inácio Lula da Silva ha terminado el primer trimestre del segundo año de su tercera presidencia y aspira a ganar una nueva y fatalmente última reelección en octubre de 2026. El ex obrero metalúrgico, ex líder sindical, ex militante por elecciones directas ya busca salvar al Brasil (empezando por lo más alto de la República Federativa: por su gobierno) de los nuevos conflictos hirientes que verosímilmente brotarían de esos actos callejeros de la memoria militante y de esas reprimendas televisadas a los militares genéricos. Considera que la ciudadanía que desde 1985 ha vivido en ininterrumpido ejercicio de una democracia presidencialista de derecho y parlamentarista de hecho guarda, en lo que hasta ahora han sido, después de todo, sus mayorías, una memoria o una enseñanza lo suficientemente reactivas contra todo poder que no sea hoy legitimado por las urnas electrónicas.

El Monócrata brasileño y el Autócrata universal

Parece difícil calificar de exageradas las conclusiones que extrae Lula sobre las consecuencias de las presiones inmitigadas y los cuestionamientos feroces que sufren hoy de la Justicia las FFAA brasileñas, desde las cúpulas hasta la tropa. Alexandre de Moraes, juez del Supremo Tribunal Federal (TSF) investiga e incrimina a los militares brasileños por su participación, imbricación, connivencia y, en algunos casos, iniciativa, en la concepción de los polimorfos embriones de planes golpistas que, aunque al fin abortado, vivieron en el entorno de Jair Messias Bolsonaro, sabedor anticipado de su derrota en el balotaje presidencial de noviembre, en los dos o tres últimos meses de 2022.

También son investigadas las FFAA, desde sus más altos rangos hasta cabos, soldados y ordenanzas, por su presunta implicación en el asalto a Brasilia del 8 de enero de 2023. La Justicia busca qué cadenas causales, auxilios logísticos, financiamiento de transportes y de jornales, de propaganda y de reclutamiento, unen a los militares con los militantes que a una semana de asumir Lula su tercer mandato presidencial, asaltaron la capital brasileña. En un domingo en el cual el centro urbano brasiliense se hallaba vacío, somnoliento,  y resacoso, mientras el ex presidente Bolsonaro pasaba vacaciones sacándose selfies con admiradores de todos los géneros en Florida, pelotero mundial de la alt-right trumpista, centenares de personas con piedras y palos quebraron todos las ventanas y muros de vidrios y rompieron cuanto pudieron de la arquitectura modernista de cristal y cemento de las sedes de los tres Poderes del Estado federal. Junto a los militares indagados se contaban como organizadores, y no en segundo lugar, empresarios del agrobusiness, barones territoriales y religiosos conservadores.

El juez supremo Alexandre de Moraes, en uso de sus facultades monocráticas, ha ordenado a la red social X (ex Twitter) la suspensión de las cuentas de personas civiles y militares, sociedades, asociaciones, fundaciones, empresas, y aun partidos políticos. En Brasil, la Corte Suprema divide las tareas entre sus jueces, que abren causas y llevan adelante procesos  ‘monocráticamente’. Posteriormente, las salas correspondientes del STF, o el plenario colegiado total si hubiera disidencia, ratificarán o rectificarán lo actuado por el monócrata. La medida dispuesta por Moraes afecta a decenas de presuntos integrantes de la red pro-golpista de 2022 que se habría dotado de un plan sistemático de difusión masiva de noticias falsas sobre el fraude o la ilegitimidad de una victoria de Lula para crear un ambiente propicio de aquiescencia a un auto-golpe ‘legitimista’ que vendría después, en defensa de la pureza del sufragio mancillado por las trampas de la izquierda sabia en ardides. Aun antes de que el candidato petista obtuviera casi 2 puntos porcentuales de ventaja y venciera en segunda vuelta al candidato del Partido Liberal (PL) que sin embargo había ganado 60 millones de votos, más que cuando fue elegido presidente en 2018.

La reacción de Ellon Musk, billonario dueño de X, fue inmediata. Anunció que haría caso omiso de lo ordenado por el monócrata Moraes en nombre de la Justicia brasileña. Porque lo considera un atentado  contra la libertad de expresión. A sus ojos, una decisión arbitraria. Muy antidemocrática. Casi, o sin casi: dictatorial.  

Y los libres del mundo responden: Libertad, Libertad, Libertad

Bolsonaro y la derecha brasileña se alinearon con el defensor apátrida de la libertad internacional brasileña. Cuando en 2018, depuesta la presidenta petista Dilma Rousseff por un impeachment express, encarcelado Lula, inició Bolsonaro su campaña electoral, el lema del flamante candidato presidencial era triple: Dios, Patria y Familia. No le faltaron dones anticipatorios al ex capitán del Ejército paulista y ex diputado carioca. Pronto la divisa se volvió cuádruple. Añadió una cuarta invocación: Libertad. La Libertad es el password de ingreso de la nueva derecha brasileña en el bullicioso pero exigente club de las nuevas derechas occidentales. De los cuatro términos vueltos slogan, Libertad es el único genuinamente universalizable. La libertad es lo que une a Bolsonaro, ex presidente y ex militar, estatista, conservador, intervencionista, desarrollista, aliado de China, puntilloso visitante de besamanos de Vladimir Putin en el Kremlin, y en Moscú respetuoso depositante de una corona de flores tropicales en la tumba del Soldado Desconocido del Ejército Rojo, con el primer presidente libertario del universo, el argentino Javier Milei.

La derecha brasileña se ha apropiado de la camiseta de la selección nacional de fútbol masculina. Quien la viste en Brasil, es identificado como derechista y bolsonarista. La gente de izquierda no la usa.  Ahora la izquierda brasileña encuentra problemático defender la libertad. Es cierto: no se puede ni pronunciar la palabra libertad sin tener que dar aclaraciones que resultan inoxidablemente tautológicas. A decir que la voz libertad que cruza el cerco de sus dientes y sale de sus labios es la libertad bien entendida. Desde luego. Cuál otra si no.    

Ai, ai, e apareceu  Milei para tocar flauta para Musk

Así define en Rádio BandNews el veterano columnista Reinaldo Azevedo las nupcias texanas  M & M. El presidente argentino viajó a Texas, el estado de EEUU que es la nueva California, para encontrarse con el millonario Musk. Le ofreció su apoyo en la cruzada libertaria contra el lawfare de la Justica izquierdista brasileña.  

Según João Paulo Charleaux, el candidato a quien jamás le sobró “moderación” es ahora el presidente que se erige como “pacificador y articulador” regional. En uno y otro extremo, apunta en CNN Brasil el periodista y analista político, tanto el presidente argentino como el brasileño deben “lidiar con Musk”. Para Lula, el dueño de X y de Starlink es “un agente tóxico, que desclasifica la calidad de las decisiones de la Justicia en Brasil”. Para Milei, la avidez de litio y apoyo político sudamericanos del magnate derechista de Tesla significa la “posibilidad de un respiro de alivio ”. El proveedor de internet satelital, contratista libertario de la Casa Blanca demócrata, presunto supremacista blanco adalid de la energía verde y fabricante de autos eléctricos, encarna y reúne dos grandes esperanzas o dos ilusiones todavía no perdidas. Un alud de divisas venideras para el país de signo monetario caído que sufre una bancarrota que el oficialismo denuncia y profundiza. Y un fortalecimiento estratégico global y doméstico del Gobierno que apuesta por Occidente, por el Atlántico, por la libertad y por Trump en contra del Sud global, de la República Popular de China, de la República islámica de Irán, y del resentido gremialista marxista Lula da Silva.

Amenazante o prometedor, hostil o negociador, el billonario de la multinacional sin patria quiere una tierra sin ley. Los dos titulares del Poder Ejecutivo de dos repúblicas federales que son los dos mayores estados soberanos y las dos mayores economías de América del Sur pueden hacer lo que quieran. Menos ignorar que un empresario privado nacido en Australia y radicado en EEUU ha decidido por ellos las prioridades de agenda de las dos administraciones públicas nacionales.   

AGB  

EL DIARIO

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